No me había dado cuenta de que el invierno
se había instalado en mi alma. Solía pensar que todo estaba perdido, y que la
maldad se había apoderado de un mundo plagado de corazones herméticos…
No me había dado cuenta de que me había
rendido…
Pero entonces llegaste tú, con tu alma
maltratada y desechada, con tu pasado de tristeza, con tus días de soledad…
Sin necesidad de hablar me enseñaste de amor y de perdón…
De empezar de cero y de ausencia de rencor…
Jamás pensé que un corazón pudiera mantenerse
puro a pesar del infierno…
En tus ojos castaños se disolvió mi
desesperanza, en tu absoluta inocencia renació mi pasión por la vida…
En tu ilusión, en tu alegría, en tu tranquilo
dormitar…en tu divertido juego, en tu sueño confiado, en tu calmada respiración…
En la limpieza de tu mirada hallé la fuerza
que hacía tiempo que buscaba…